Me desperté a la mañana siguiente, como si de repente todo
hubiese cambiado, un rayo de luz acariciaba mi mejilla, una caricia que jamás
soñé que existiría. Me di cuenta de lo que sentía, tantos días grises… una
costumbre a la que me había habituado demasiado, pero como una vida sin amor
puede ser representada con otro color.
Abrí los ojos lentamente y ahí estabas tú, mirando mi
rostro, con esos atentos ojos celestes, esa mirada que me dejo cautivado para
el resto de mi vida, una mirada que en mi corazón resonaba como un canto de
esperanza, posiblemente yo jamás podría encontrar las palabras exactas para
describir esta sensación ¿Felicidad, emoción, alegría? No… silencio, un
silencio que retumba todo mi cuerpo, me excita, me relaja. Sin dejarme reaccionar
me besas, tus labios cálidos, finos y suaves que me hacen sentir que el tiempo
se detiene. Cierro los ojos, un vacío en el que solo estamos tú y yo. Abro los
ojos, tu sonrisa es lo que encuentro, quiero pensar que esto que siento no es
único y esa sonrisa… sí, solo puedo susurrar, me abrazas y siento tu calidez en
mi cuerpo y por primera vez en mi vida sé que es lo que siento, te quiero. Unas
simples palabras me hacen explotar, y tu pequeña, eres la culpable, ya que al
parecer esto es lo que llaman amor.
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