Finalmente me levanté de la cama, llevaba toda la noche aguantando, por una parte, la tormenta que sacudía mi casa y por otra, la que ocurre en mi cabeza, por la que no había dormido demasiado. Me dirigí al baño para asearme y después a la cocina, aunque no tenía hambre, cogí unas cuantas galletas de chocolate las cuales me comí desganado, recogí mis cosas y salí a la calle. Las tormentas aún seguían realizando su actividad con una eficiencia inimaginable, por lo que, mientras caminaba, mis zapatillas se iban calando, y yo no podía dejar de pensar en lo ocurrido en la tarde anterior.
Llegué a la orilla de la playa, una jugada poco inteligente ya que aquí el viento y la lluvia eran más violentos, pero en ese momento, lo que menos me preocupaba era el agua que golpeaba mi cara. Aún así, me refugié bajo un árbol cercano.
Me sentía confuso, habían sido dos semanas muy duras, las cuales no sabía como comportarme. En todo momento millones de preguntas abordaban mi cabeza, todo para acabar en un sentimiento de culpa y pérdida. Un vacío el cual no tiene ningún sentido y la manera de volver a llenarlo no estaba claro. Como en tan poco tiempo, podía haber entregado tanto. ¿Qué deberia hacer ahora?
Mucha gente estuvo ayudándome pero tampoco quiero ser una carga para nadie, pienso que no se lo he agradecido lo suficiente.
Me coloqué los cascos y la música comenzó a sonar. Canciones perfectas para el momento, unas alegre y otras tristes, más rápidas y mas lentas, pero todas ellas increiblemente reconfortantes.
La tormenta amainó y dejo entrever los primeros rayos de sol que iluminaron algunas zonas de la playa e involuntariamente pensé en miles de maneras de cómo podría despejar mi tormenta, pero rapidamente me di cuenta que solo el tiempo decidiría. Espero con intriga lo que esta por venir.
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