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Cadenas de dolor

Otro día más en esta oscuridad, no podría deciros cuantos días llevaba aquí, puede que horas, días o meses… incluso años. La agonía cada vez era más fuerte pero tenía que seguir resistiendo, ya que estas cadenas es todo lo que me quedaban. Se clavaban más, no veía que fueran a cambiar su rutina pero tampoco mi sangre se iba a acabar…

Ya no podía más, tenía que soltar, jamás me había preguntado qué pasaría si dejaba de tirar, pero necesitaba descansar. Note como las cadenas aflojaban, me sentí aliviado, poco a poco se separaban de mi carne y sentía el aire entrando en mis pulmones pero el miedo me envolvió de nuevo, que ocurrirá ahora que las cadenas se esparcían por el suelo. ¿Y ahora qué? No me quedaba nada en este mundo por lo que luchar, solo me quedaba ver como mis heridas se cerraban, como la sangre cesaba.

Comencé a caminar, siguiendo los hierros más grandes ya que la curiosidad de saber que sujetaba crecía a medida que pasaban las horas, inesperadamente, las duras cadenas se trasformaban en una seda fina, azulada. Sorprendido, comencé a correr, necesitaba llegar al final para descubrir que una bella dama me esperaba al otro lado, fascinado, me acerque a ella. Se volvió al parecer solo para sonreírme y darme las gracias, millones de dudas brotaban en mi mente, preguntas que al parecer solo ella podría contestarme.

-¿Por qué estamos aquí, por qué cadenas y seda y por qué aguantaba esta conexión entre nosotros?- pregunte nervioso, debía empezar por alguna parte.
-¿Ya no te acuerdas? Esas cadenas las pusiste tú, pero los demás decidimos que material usaríamos.
-¡¿Por qué haría yo eso?! El dolor era insoportable, no pare de sangrar ningún instante, no lo entiendo…
-Porque te importamos, decidiste tirar de nosotros lo más fuerte que pudiste, unos lo agradecieron, otros no quisieron tu ayuda y no te quisiste quitar sus enganches, sin embargo, muchos nuevos llegaron y las cadenas no cesaron de aparecer. ¿Me equivoco?

Tenía razón, fui yo, mire mis brazos llenos de cicatrices que ahora tapaban esa suave seda, una seda que tapaba años de agonía, dolor y sufrimiento, ahora lo recordaba. Comenzaron a aparecer diversas personas, todas conectadas mediante cuerdas, lino, malla o incluso madera, agradeciendo que por fin acabase mi tortura y finalmente me miraron, todos esos enlaces desembocaban  en mí.


Ahora me daba cuenta, esos lastres, miedos, desconfianzas son los que me habían hecho tanto daño, un daño que se extendía a lo largo de las cadenas, las cuales ahora, transformadas en seda, se aferraban a mi cuerpo. Ahora era yo quien necesitaba su ayuda. Ella se levantó me miró a los ojos, y con otro gracias me beso. En ese instante, todas las ataduras desaparecieron y en su lugar líneas luminosas de diversos colores aparecieron como si de magia se tratara, por fin podía despertar.

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